Me he dado cuenta que si te paras en lo alto de un edificio, todo lo que verás abajo es tan pequeño. Todo se mueve, mientras tu estas parado ahi arriba, te sientes grande y la gente viene y va. Los carros vienen y van, ¿tomarán esa ruta siempre? No lo sé, pero algún día ya no estarán y yo tampoco estaré.
Alguna vez me pregunté, ¿Qué se sentirá morir? Talves la gente cuando muere se da cuenta de quien los quizo de verdad en vida. Me imagino que sintió mi abuelo cuando murió, su alma salió de su cuerpo y pudo ser libre (espero).
Cuando muera quiero que incineren mi cuerpo, que repartan mis cenizas por todos los lugares en los que he estado; en el lugar donde nací, en donde crecí, en la playa, en Sunnyvale, en Long Island, en la estatua de la libertad, en Miraflores, en Chiclayo, junto a ese árbol que presenció el inicio de mi historia con él, bajo la luna, bajo las estrellas. También en todos los lugares que espero conocer; en París, la torre Eiffel, en Italia, en Canadá, en Brasil, en Filipinas, en Australia y muchos más, y si nunca llego a descubrir en vida el misterio del triángulo de las Bermudas, tiren parte de mis cenizas en el océano atlántico. Así lo descubriré.
No hay mucho que decir sobre la muerte supongo, ¿dolor? Cuando yo muera no quiero sufrir, quiero morir dormida, en silencio y sin molestar a nadie.